ÁLVARO
En
una planta baja de un pueblo pequeño
del interior, repleto de cuestas y rodeado de montañas, vivía
Álvaro, y allí acudía yo todos los días a curarle una herida en
la espalda que se resistía a cicatrizar. En su casa las puertas
estaban abiertas y casi siempre había gente, que al pasar, se
asomaba a saludar, o se quedaba a charlar un rato con él.
Y es que Álvaro siempre estaba contento, tranquilo, sereno.
Nunca le oí quejarse de nada, todo le parecía... simplemente
sencillo.
Cuando
le conocí había terminado Económicas y trabajaba de
administrativo en un Centro Ocupacional . Años más tarde
también estudió Derecho y acabó dando clases en la
Universidad. Estudiar es mi hobby, solía decirme.
Álvaro
no tenía padres, a pesar de ser muy joven, ni hermanos. A los diez
años se calló de la bicicleta en la carretera de su pueblo, en una
curva con bastante pendiente, y ya no pudo volver a andar, pero él
nunca hizo un drama de nada, y todo se quedó pequeño ante la
grandiosidad de su alma.
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